mitos subsuelo
Experiencia de escritura colectiva, 2024


Sana, sana, colita de rana 

Febrero 2024




Para el desarrollo de la estructura narrativa que guió la edición 2024 de Subsuelo, y en colaboración con el artista Jaime Prada, llevamos a cabo un ejercicio de escritura creativa colectiva con un grupo de participantes de Subsuelo 2023, con quienes deseábamos seguir trabajando en 2024.

La actividad se basó en la realización de tres cadáveres exquisitos, cada uno creado a partir de una consigna específica: imaginar mitos fundacionales, considerar un acontecimiento sísmico e incluir una de las tres experiencias más eroticas/morbosas previamente seleccionadas por consenso entre todxs lxs participantes.

Al finalizar la actividad, lxs autorxs de las tres experiencias más eroticas/morbosas (Alda, Brisa y Salo) fueron invitadxs a reescribir cada cadáver exquisito, con la instrucción de situar sus historias en una de tres temporalidades: pasado, presente o futuro.

A continuación, estan los mitos fundacionales escritos por Alda, Brisa y Salo…




Pachadildo: Cumpleaños de Sinchi

por Brisa Fernandez

Esta es la historia de Juana.

Se dice que nació en el Cusco, en el año 1229. Su mamá trabajaba dando seguridad a Mamá Ocllo.

Al año siguiente, en el año 1230, nacería Sinchi, hije de Mamá Ocllo. Juntas crecieron y se hicieron muy amiges. Crecieron en la casa real, con lujo para su momento. Adornos de oro. Plumas de aves exóticas, techo de plata y el piso con flores. Siempre hubo de todo. Obvio, si eres la amiga de los reyes del Cusco.

Pasaron los años. Ya es el año 1248 y en un par de semanas es el cumpleaños 18 de Sinchi. Juana quería regalarle algo especial.

Porque a Sinchi le gusta mucho los hombres, era muy pasiva. Le gustaban los penes grandes, muy arrecha, siempre pensando en que la penetren, cada día cachaba con uno distinto (si se sienten identificadxs, está bien bbs).

No importaba dónde, porque era muy de esas. Aunque siempre prefería ir a la huerta o la laguna.

—Sinchi: ¿te acuerdas del gangbang que tuve con los 6 guardianes del rey, hace una semana?
—Juana: Sí. Estuviste fuera de control. Cumpliste tu fetiche de ser penetrada por 6 hombres del ejército de Manco Cápac.
—Sinchi: Sí amiga… Fue delicioso. Terminé preñade xd.

Viendo que Sinchi, su amiga, era así, Juana pensó en elle y pensó en darle un regalo que le serviría mucho. Pero era algo que aún no había en el mercado como para poder comprarlo. No se había inventado. Juana se puso a pensar y poco a poco surgió la idea de crear uno.

Primero tuvo que conseguir un choclo. Pero no cualquier choclo, sino que debería ser uno especial, que no se encontraba fácilmente. Buscando y preguntando, ¡lo encontró! Emocionada, se fue a buscar el resto de utensilios: un cuchillo hecho con los cuernos de un toro, chicha de jora y las pencas del choclo, que eran de color azul.

Empezó a deshojar el choclo con cuidado, cortando tiras de la panca, con las que hizo un lindo moño. Cogió una olla, puso a hervir agua de manantial y, cuando el agua empezó a hervir, puso el choclo a cocinarlo por 3 horas. Con el cuchillo del cuerno de un toro empezó a desgranar el choclo, hasta obtener la coronta. De largo era de 22 cm.

Lo puso a secar al sol por 2 días, hasta que se puso muy duro. Luego, con una crema hecha a base de coco y sustancias líquidas obtenidas por los guerreros del rey del Cusco, lo puso a reposar por tres noches. Eso hizo que se vuelva más suave y rígido a la vez.

Llegó el día del cumpleaños 18 de Sinchi. El salón estaba decorado con flores del jardín real, plumas de avestruz y adornos de oro y plata. Sus amigos e invitadxs, también vestidos con ropa elegante. Había una alfombra larga donde los invitados hacían cola para poder darle los regalos de cumpleaños. Empezaron uno a uno.

Entre sorpresas, risas, aplausos y mucha algarabía, brindando con chicha de jora, pasaron todxs, pero faltaba Juana en darle su regalo a Sinchi.

Se acercó y le entregó el “Pachadildo”.

Elle se quedó muda, lxs invitadxs mudos y sorprendidxs por ver dicho artefacto. Elle se paró, se desvistió y lo usó, sentándose y gimiendo.

—Sinchi: Ummm, aayyy, amiga, qué rico se siente. ¡Es el mejor regalo! ¿Por qué no haces más y los vendes?
—Lxs invitadxs: Sí, deberías de hacer más, nosotros te los compramos.

Luego Sinchi llegó al orgasmo.

Se vistió y dijo:

¡Que continúe la fiesta!
¡Que traigan las jarras de chicha de jora para brindar!

Y fue así que Juana emprendió con el negocio de los Pachadildos.

Fin.


El mundo es solo una invención

por La Alda

Cuenta la leyenda que, para que el mundo existiera, una travesti tuvo que recorrer el planeta caminando en tacones. De punta a punta, entre los escombros, la única habitante de la tierra avanzaba pasando hambre, sed y dolor. Un día, sus pies comenzaron a sangrar y la obligaron a detenerse en medio de la selva peruana. De los chorros de aquel fluido nacerían otras travestis que inmediatamente se aparearon hasta ser millones.

Los animales más extravagantes del universo vivían entre los bosques amazónicos. Se dice que, en esa época, algunos mamíferos exóticos tomaban la forma de apuestos hombres para seducir a las matriarcas solitarias. Uno de ellos, el más guapo y mentiroso, empezó a cazar, con engaños, a todas hasta desaparecerlas.

Antes de asesinarlas, la monstruosa criatura las violaba con sus doce lenguas. A los días, les extraía semillas del culo para almacenarlas en una choza y alimentarse de sus frutos. Después de varias semanas, los brotes —alojados en su estómago— salían disparados de su propio culo. A las semanas, cada huevo viscoso se convertía en una cría encargada de perseguir a las travestis vivas.

Lo que el animal ni su descendencia desconocían era que, una noche de lluvia torrencial, decenas de trakas se habían escapado, nadando por el Amazonas en dirección a Lima, la capital del Perú. Se trataba de un territorio sin salida, con la modernidad y su corrupción seduciendo a la mayoría de sus habitantes.

Los únicos que ayudarían a las travestis a escapar del exterminio eran los pobres, los olvidados del progreso. Con su apoyo, muchas lograron esconderse, por siglos, en todo el país. Ocultas en la miseria, todos los fines de semana se reunían en lo más alto del Cerro El Pino para planear su venganza.

En aquel apu, cada una compartía frutas, herencias culinarias, sus poderes escondidos y la revancha contra ese mundo que las quería desaparecer. Sin que el resto lo notara, cada travesti empezó a construir viviendas entre las nubes. Cuando se besaban, todas juntas formaban una saliva ultraresistente con la que pegaban el cristal que salía de sus lágrimas para edificar habitaciones, plantas y hasta enormes mansiones en el cielo. Ese sería su refugio cuando la tropa de cazadores las descubrieran.

Ya en el 2024, el firmamento dejó de ser celeste. Se tiñó de un naranja sombrío. Todo en un país colonizado con huellas de coches bomba, desapariciones forzadas, dictaduras, feminicidios, crímenes de odio, indultos, mafias, racismo, corrupción, sensacionalismo, contaminación, pobreza y olvido.

Una tarde de verano infernal, mientras sonaba Aguita de Coco en todas las radios del país, los noticieros, las redes sociales y los periódicos anunciaron la llegada masiva de los asesinos. La primera fase de la venganza colectiva estaba por iniciar cuando los titulares confirmaban la muerte de las travestis más pequeñas.

Se trataba de un grupo de ocho chicas que bajaban del Cerro El Pino para regresar a sus guaridas repartidas en toda la ciudad. Habían terminado de construir la última mansión de cristal cuando los cazadores vigilantes irrumpieron y sacaron sus larguísimas lenguas afiladas para apuñalarlas todas las veces que quisieron. Las imágenes de la masacre eran espantosas, pero generaban rating y estimulaban el morbo de los más poderosos.

Los videos de sus cadáveres llenarían de tanta rabia y dolor a sus hermanas. Y así se organizaron y, en una de sus reuniones, decidieron llevar a las niñas, adolescentes y ancianas a las mansiones recién construidas. Las guaridas pobres no iban más, la segunda fase del plan había iniciado.

Ya en sus aposentos, cada una aprendía de la otra a defenderse con sus gritos hechiceros, usar sus miradas inocentes y proteger las semillas que muchas aún llevaban en el vientre hasta convertirlas en larguísimas lianas llenas de flores mortíferas.

Las travestis habían nacido con la supervivencia como su única religión. Después de tanta pérdida y exterminio, el momento de cobrar lo que les habían arrebatado había llegado. Los noticieros y medios digitales comenzaron a rumorear la aparición de un gran grupo de cazadores muertos: con los ojos rojos y restos de flores tapando sus narices y gargantas. Así empezó una guerra que mantendría alerta a todo el país.

Una noche, la tierra tembló tanto que el Cerro El Pino se abrió con una furia inimaginable. Sus gritos expulsaban lenguas infinitas que tragaron con placer a toditos los cazadores. Cuando el último de ellos murió, el incendio del cielo se trasladó hacia el fondo del subsuelo.

Con ello, los hogares de cristal pasaron de la oscuridad a iluminar sus ambientes con el celeste resplandeciente del firmamento, ahora dominado por las travestis y los pobres que, sin ser dueños del poder, inventaron otro mundo posible.




¿Qué quedó después del Último día?

por Salo Tomoe

Suelen decir que, hace ya varios siglos, existía una raza de animales bellos y salvajes. Dicen que caminaban en dos pies, que construían armas, que ocupaban la mitad de cada uno de los pueblos. Dicen de ellos que cazaban, que recolectaban, que hicieron nacer el fuego de dos piedras.

Dicen de ellos que solían tener ideas claras y sencillas. De ellos se dice que era el mundo. Pero el mundo terminó por acabar con ellos. Dicen de ellos tantas cosas. Pero siempre quedó la gran duda final:
¿Acaso alguna vez el hombre se enamoró?

Con piedras y escombros, los de la Nueva Era construyeron el universo desde Cero. Cielo a cielo, mar a mar, nube tras nube, estos nuevos seres adoraban morar los interiores del planeta al que llamaron Amor, la única palabra que han podido recuperar del lenguaje de los Viejos Seres. Curiosamente, y por mandato divino, ninguno de ellos había aprendido a amar, ni sabía de la pasión o del deseo por el otro.

Cada cincuenta años, cuando alguien moría, un ángel traía a un nuevo bebé, y lo entregaba a los brazos de su familia elegida. Cada siete días, Dios pasaba convertido en un nuevo animal, para contemplar la vida de su segunda creación.

Y entonces, alguien osó preguntar a Dios cómo sucedió el Gran Derrumbe. Y él, convertido en un ciervo de plata, contestó lo siguiente:

En ese día, el Último día, abrí una grieta a la mitad del Todo. Los ángeles suelen llamarla La Gran Boca. En ese momento, la Tierra empezó a girar a velocidades nunca antes conocidas, destruyéndose como en un poderoso sismo. Casi todo el planeta fue consumido por la Gran Boca. En los pocos pedazos que quedaron después del último día coloqué semillas de luz. Y de las semillas brotaron ustedes, los Hijos de la Nueva Era.

Esta misma persona, a la que llamaremos Dasein, agradeció entonces su inmensa sabiduría. Poco a poco, preguntando a los ángeles, logró entender más a los Viejos Seres, pero nunca supo si alguno de ellos había sobrevivido. Y la llamaron entonces Dasein la Osada, porque quería entender la obra fallida de Dios.

Un día, en que ella quiso salir a las superficies del Amor, logró ver un gran cometa en el cielo, aproximándose hacia ella. Muy cerca de donde estaba, el objeto celeste cayó y se abrió como un huevo. De él salió un ser alto, corpulento, lleno de vellos y respirando hondo. Llevaba un uniforme que jamás había visto y, en el cinturón, cargaba una gran escopeta.

Dasein corrió a saludarlo, y al preguntarle quién era, este respondió:
—Yo soy el último hombre de la Tierra.

En ese momento, Dasein sollozó de alegría, pues siempre había soñado con saber más sobre los Seres Antiguos. Y entonces ella le preguntó sobre la vida antes del Último día. Y el Hombre, al ver que los ángeles se estaban acercando, la cargó con un brazo y corrió.

Entre cráteres, piedras azuladas y riachuelos, el Hombre la llevó sin cansancio hasta llegar a la sombra de un árbol gigantesco —es bien sabido que los ángeles no pueden ver tras las sombras—. Colocándola en el suelo, solo alcanzó a decir:
—Hoy he venido a contar mi verdad.

Al ver la luz que emanaba de los ojos de Dasein, el Hombre sintió un sentimiento profundo. Por mutuo acuerdo, cada semana comenzaron a verse, después de la visita habitual de Dios. Y el Hombre cazó y reinventó el fuego, y tuvo ideas que eran claras y sencillas. Y en cada encuentro, el Hombre contó su verdad. Y Dasein aprendió a amar la escopeta que el Hombre llevaba cargada al cinto.

Un día, Dasein conoció el cuerpo del Hombre. Después de todo, no era tan diferente al de ella. Y al escuchar los tiernos latidos del Hombre, tan suaves como una canción, entendió por qué Dios destruyó a los Viejos Seres: eran muy fuertes y frágiles a la vez.

Y sucedió que un día el Hombre no volvió. Al parecer, Dios se enteró de sus encuentros y lo arrojó para siempre a la Gran Boca. Y entonces Dasein lloró debajo del árbol, al que Dios le había quitado la sombra. En su inmensa piedad, un ángel rescató la escopeta del Hombre y, con un chasquido, la transformó en una flor que jamás moriría.

Y ese ángel colocó la flor en los cabellos de Dasein, no sin antes decir estas palabras:
—En el Amor, Osada, has conocido el amor.

Y ella, con los ojos empañados, comprendió entonces lo que Dios tanto les había negado: que el amor sí existió mucho antes del Amor.


CHRIS LUZA   -   PERÚ.  -   2025